Anhelo de raíces. May Sarton
Editorial Gallo Nero
Escribe Penélope, una lectora
«De repente me di cuenta de que lo que había traido a la casa, la propia casa, estaba haciendo posible que por primera vez desde la muerte de mis padres los evocara con alegría. Por primera vez, la alegría con que los recordaba en mi mente podía arraigar de nuevo, tener un lugar donde echar raíces. Mi gran pesar creció y se desvaneció como tantas veces había visto hacer a la niebla sobre mis campos por la mañana temprano.»
Un diario, unas notas, el recuerdo o la reelaboración del recuerdo sobre la necesidad de enraizar. Eso es “Anhelo de raíces” de May Sarton. Una autora acostumbrada a explorar las formas de la confesión y el registro cotidiano de sus rutinas y experiencias en torno a la intimidad, la interior y exterior, en ella siempre en permanente comunicación.
Es interesante y evocador ver cómo se construye de manera deliberada y consciente el lugar físico personal en que se habita.
¿Si el hogar puede estar en cualquier sitio, cómo buscarlo, dónde encontrarlo?
Un esfuerzo consciente y deliberado cuando lo que se persigue es el marco de la creación. May Sarton escribe con delicadeza sobre la comunicación del espíritu con la luz, los objetos, la música y la naturaleza que nos rodea. El lugar que no solo elegimos, sino que construimos para habitar y también para crecer.
«La casa se quedó a mi lado, llena de luz, pero sólida;
Aunque muchas cenizas hubieron de barrerse,
Aunque muchos anhelos infantiles hubieron de olvidarse,
Aprendí del dolor y aprendí a hacer mi cama,
Era el derecho a la vida que estaba reclamando.”
Por eso la literatura de May Sarton no es una literatura de paisaje, sino de jardín. No es una literatura de viaje, aunque siempre se elabora en el tránsito y en el cambio. May Sarton no escribe en la exaltación de lo que nos es dado, sino sobre lo que construimos, una casa, un jardín, un poema aunque se ubiquen en un lugar que lo enriquece, lo modifica o lo inspira. La permanente comunicación del dentro y el fuera de la que se nutre la escritura.
Un libro personal que apela a nuestro personal concepto y consciencia del hogar o el arraigo. Que llama a reflexionar sobre nuestras coordenadas y nuestras búsquedas o agarraderos. A un ritmo pausado y aparentemente plácido, debajo del cual los que hemos conocido más a la autora detectamos también su inquietud, su impaciencia y su humor cambiante, su impulsividad y su abatimiento tras la exaltación.
Un libro que se enriquece en la segunda lectura incluso para aquellos que lo convertimos en un esqueje precioso que ya habíamos plantado y al que recurrimos a veces podándolo para encontrar prodigios, consejos y material para reflexionar sobre la forma y el gusto, no solo con el que disfrutamos de la literatura, sino también de la vida.
«La soledad misma es una manera de esperar que lo inaudible y lo invisible se haga sentir«
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