El verano que mi madre tuvo los ojos verdes, Tatiana Tibuleac
(Editorial Impedimenta)
(escribe Fran, uno de los lectores)

Una madre consigue convencer a su hijo adolescente para que pase con ella el
verano. Podría parecer una historia cotidiana, una anécdota familiar de poca
monta, pero la cosa cambia bastante cuando le añades un dato fundamental: el
hijo odia a su madre con todas sus fuerzas. De hecho, reza todos los días para que se muera.
A partir de esta premisa, violenta e incómoda, la historia se va desenvolviendo
para perfilar a dos personajes que tal vez no sean buenos ni malos, sino que
quizás no siempre hayan sabido reaccionar a las miserias que los rodean. Poco a poco, en pequeñas escenas o estampas que apenas se extienden un par de
páginas, la autora nos va presentando la última oportunidad de ambos para
encontrarse.
En el club no nos ponemos de acuerdo. Algunas dicen que sí, que se
reencuentran, se perdonan, que madre e hijo aprenden algo, después de todo.
Otras, por el contrario, no están tan seguras. No saben si los personajes,
especialmente el hijo, tienen salvación. Quizá no sea odio lo que tiene ―apuntan por ahí―, sino resentimiento. Quizá el resentimiento, si se sabe tratar como es debido, sí tenga cura.
De lo que no cabe duda es de que Tatiana Tibuleac, la autora de semejante
historia, pone toda la carne en el asador: familias desestructuradas, alcoholismo, inmigración, padres irresponsables, muertes trágicas, duelos incurables, violencia, enfermedades mentales, enfermedades mortales, hijos abandonados, madres odiadas. Creo que solo un buen arte narrativo y unos personajes bien construidos son capaces de soportar tanto drama sin que la historia se resquebraje. Nos detenemos un momento en el humor. ¿Puede haber humor en esta historia? ¿Es gracioso el cinismo del hijo?
En la reunión, la sensación general es que Tibuleac consigue lo que se propone.
Algunas lectoras se muestran particularmente afectadas, como si el libro les
hubiera pasado por encima como un camión. Una dice que el libro golpea aún
más fuerte cuando eres madre. No me extrañaría.

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